Por Juan Pablo Proal
Hace unos días un conocido publicó en su muro de Facebook una fotografía de una mujer tatuada, con vientre plano, senos abundantes y rostro delicado, con un mensaje que decía más o menos: “Les presento a mi futura novia”. El autor del posteo, un hombre entrado en sus cincuentas -o sesentas tal vez- obviamente bromeaba, jugando con el deseo de tener una pareja con esas características.
El anhelo de obtener una pareja con las proporciones estéticas que dicta esta época llega a la obsesión. Un amigo me comentaba que, para tener éxito en el mundo del ligue gay y las aplicaciones, no había otro camino que trabajar un cuerpo perfecto en el gimnasio; él, de una compleción normal, pero excelentes sentimientos e inteligencia, sabía que hoy en día no tiene otra opción más que esculpir sus carnes si quiere abandonar la soltería.
Hay muchos estudios y documentales que revelan que las aplicaciones de citas tipo Tinder, Bumble y similares privilegian el físico y quienes tienen las proporciones ideales son los que arrasan; los que no, quedan relegados en el archivo digital de corazones rotos.
Instagram es un ejemplo del culto a la estética predominante, que radica en vientres sin una pizca de grasa; piernas, senos y nalgas abundantes, tonificadas, sin un asomo de celulitis. Decenas de tatuajes y narices griegas. Si no eres así, no hay problema, los cirujanos plásticos y los filtros pueden adaptarte. No existen los feos, si no los pobres, dicta el imaginario popular.
Y es así cómo la juventud, cuyo principal sueño es ser influencer, sabe que no tiene otro camino que luchar por un cuerpo con estas características, o de lo contrario no tendrán valor en el mercado de personas.
El deseo por poseer a las personas físicamente atractivas es ancestral, viene prácticamente incrustado en nuestros genes. El asunto es que no todos nacemos con esas características, y si bien la tecnología actual, una rutina de ejercicios y varios suplementos nos pueden acercar a ello, el camino puede tornarse en un anhelo obsesivo que tal vez nunca podamos cumplir o que simplemente nos termine homologando con la oferta existente.
Otro problema grave es que tener atractivo físico puede convertirse en una característica que no todos sepan manejar. Así como la fama, el poder o la riqueza pueden volver despiadados y egocéntricos a quienes las poseen, así la belleza física tiende a convertir a las personas en frívolas, exigentes y narcisistas -con las excepciones pertinentes a la regla-.
Y es ahí donde debemos luchar contra nuestro cerebro y nuestros instintos y tratar de desacostumbrarlo a los cánones de belleza exterior, que no son más que una envoltura, un espejismo.
Entrenarnos para detectar y trabajar en la belleza de los corazones, los cerebros y la voluntades, que finalmente son las únicas que podrán otorgarnos bienestar a largo plazo. Saber que un par de tetas grandes no son más que plástico, residuos desechables de 50 ó 100 mil pesos, según el cirujano, generalmente colocadas en personas igualmente plásticas, que, tarde o temprano, terminarán en el basurero de los juguetes pasados de moda.