Por Juan Pablo Proal
No encuentro gracioso que subas videos moviendo la boca con un audio que intenta ser simpático o estridente. A decir verdad, me repugna que publiques fotografías mostrando un cuerpo que esculpiste para venderte.
No es admirable que publiques selfies con una frase de superación personal tomada de fuentes bibliográficas dudosas y de autores o personajes que seguramente desconoces.
Por favor no me tomes a mal esta carta. No es personal. Eres producto de una sociedad que nos ha impuesto el discurso de que debemos ser superhéroes, entendiendo por ello tener unos bíceps hinchados, unas nalgas paradas, senos abundantes, una cartera abultada y miles de seguidores en tus redes sociales.
Te escribo para invitarte a explorar nuevos caminos. ¿Has leído a Baudelaire, Balzac o Bertrand Russell? Seguro que no, pero no quiero presumirte que yo sí, sino invitarte a que busques alguno de sus libros, ¡tienen tantas enseñanzas y sabiduría! Y existen muchísimos otros poetas, filósofos y sociólogos que te pueden ayudar a comprenderte y aceptarte mejor, a acercarte a la complejidad de la vida, y a hacer que tu cerebro baile de curiosidad.
Sé que te gusta el reguetón. No pretendo aleccionarte o decirte que hay géneros mucho más ricos, profundos y rebeldes, pero creo que, si tienes la mente abierta, podrías gozar y elevarte más con Chico Buarque, Silvio Rodríguez, Miles Davis o Poncho Sánchez.
Comprendo que quieres que los demás te admiren. ¡Y quién no! Somos humanos, tenemos innata la ambición de no perecer y la rebeldía de ser inmortales. Pero ¿sabes qué? los youtubers, actores de telenovelas y personajes de la farándula que estuvieron de moda hace cinco, diez, quince o cincuenta años, ya nadie los recuerda. Hay otras formas de trascender y de verdad marcar la diferencia. Echa un vistazo a tu ciudad, en las colonias populares, en la calle, ¡hay tanta necesidad y sufrimiento! ¿No te gustaría que se acuerden de ti por aliviarlo?
Tú, como la mayoría de los demás, crees, porque así nos ha dicho el mainstream, que debes poseer un gran cuerpo, yates, aviones privados, automóviles deportivos y mansiones. Y así lo han creído los políticos que formaron su fortuna arrasando a los más vulnerables. También los narcotraficantes que torturaron a familias enteras para cumplir ese sueño. Y todos ellos tarde o temprano acaban mal; reconocen que ese camino ni siquiera los acercó a la felicidad.
Existe una duradera plenitud en vagar por la calle, rodar tu bici, comer con tus amigos, aprender una habilidad nueva, tender una mano, respaldar una causa, elevar tu espíritu, construir comunidad y no individualismo.
Por favor no sigas por el camino que andas. Ya no necesitamos más personas como tú. Requerimos anarquistas que tumben al sistema de individualismo y explotación que nos mantiene en la degeneración humana. Necesitamos ascetas, santos, poetas, químicos, biólogos, enfermeras, rebeldes, maestras y chamanes. No carne rellena de silicón que baila al compás de una canción misógina.